Para la ACEC es necesario un cambio
urgente en la forma en que se afronta la problemática de los incendios
forestales, pues llevamos décadas manteniendo un modelo de gestión de los
mismos que poco o nada ha cambiado, cuando la realidad del rural canario si que
ha evolucionado rápidamente hacia unos modelos de combustible cada vez más
propensos a facilitar que cualquier conato se pueda convertir en un gran
incendio de miles hectáreas. El actual modelo de gestión que predomina en
Canarias ha facilitado que los montes y campos estén cada día más carentes de
cuidado, hecho que debemos asumir de una vez por todas y pensar que ha llegado
para quedarse.
Mientras que
en los medios de comunicación las Administraciones, las asociaciones de agentes
forestales, los grupo ecologistas y los colectivos afectados directamente
parecen estar de acuerdo con la necesidad de potenciar la realización de
trabajos de prevención de incendios, sobre todo después de que se produzca un
gran incendios, la triste realidad demuestra que a los pocos meses esa urgencia
de cambio se vuelve a dejar olvidada o metida en el fondo de un cajón y se
repite de nuevo el mismo modelo que, realmente solo se basa en la dotación de
medios para la extinción. Millones de euros, posiblemente pagados con fondos
europeos que realmente deberían estar destinados a la prevención y no lo son,
porque se invierten en pagar sueldos y horas de vuelo en espera y extinción.
Cientos de medios aguardando por el siguiente aviso de emergencia, como si se
tratase de un macroparque de bomberos de una ciudad; ese es el modelo de
prevención que tenemos y no solo en las Islas Canarias.
En opinión
de la ACEC , todo
esto ha generado una “economía del fuego” de la que nadie parece poder escapar
y que hace imposible realmente que el modelo de gestión varíe lo más mínimo. Y
que no es otro que cuando llegan de nuevo los incendios, a los ciudadanos
parece que no le son suficientes los helicópteros contratados y piden a los políticos
que se contraten más, el personal de extinción quiere que se les reconozca su
categoría profesional como bomberos que apagan fuegos, los ecologistas reclaman
que se restauren las zonas destruidas y los alcaldes piden que sus municipios
se declaren zonas catastróficas.
A los pocos
meses, la
Administración Central libera miles de euros para restaurar
las zonas quemadas y el proceso se reinicia de nuevo. Dejando desatendida
mientras tanto la necesidad de realizar un importante esfuerzo en las labores
de prevención de incendios en las zonas que aún no se han visto afectadas.
Hay que
empezar a ser conscientes de que debemos hacer un esfuerzo en mantener los
bosques y montes que tenemos, porque mientras no seamos capaces de aplicar
sobre ellos una verdadera política preventiva, de nada sirve querer recuperar
lo que ya está destruido o invertir en aumentar las superficie forestal.
Esta
paradoja debería hacer reflexionar a la sociedad civil para entender que
debemos pedir a las Administraciones un giro en sus políticas. Para ello será
preciso formar alianzas y manifestarse públicamente, pero no solo después de
que se produzca un gran incendio.
Si no lo
hacemos, de nada servirán los esfuerzos que se hacen en la extinción, las
pérdidas materiales o los fallecimientos de aquellos amigos, como ha sido el
caso recientemente, que no han dudado en enfrentarse al peligro que suponen los
incendios forestales. Por tanto, finiquitemos la economía del fuego y pongamos
en marcha la gestión y mantenimiento de los espacios agroforestales canarios
mediante iniciativas productivas, tanto para las personas como para la
biodiversidad.
Y al mismo
tiempo trabajemos de verdad en crear discontinuidades en las masas forestales, cortafuegos,
fajas en carreteras y caminos, desbroces en los alrededores de los núcleos
urbanos y viviendas, limpiezas arbustivas en barrancos, eliminación de
vegetales invasores, recuperación de terrenos agrícolas y un largo etc. Compartimentemos
con todo ello nuestro territorio, para evitar que los conatos y pequeños
incendios se puedan convertir en grandes incendios forestales como los que
vivimos actualmente.