«El perro es el mejor amigo del hombre» no es una frase que pueda aplicarse sin más, taxativamente, al podenco ibicenco. Otra cosa es, como hoy demuestra la asociación Cans Eivissencs Solidaris, que sus extraordinarias cualidades sean aprovechadas desde sus primeros meses de vida, con un estricto adiestramiento, para funciones tan nobles como las terapias asistidas y el rescate de personas desaparecidas o sepultadas por escombros.
MIGUEL ÁNGEL GONZÁLEZ | IBIZA
Dicho esto, está claro que, sin aquel entrenamiento, nuestro can mantiene en sus genes una indómita querencia que le lleva, siempre que puede, a recuperar su primitivo estado de libertad, su instintiva y contumaz autonomía. Y no es malo que así sea, pues es un rasgo de pureza y una clara señal de que la manipulación humana no consigue dominarlo del todo. Alguien ha dicho, con razón, que nuestro enigmático podenco tiene rasgos ´felinos´. Y es cierto. Lo vemos en su andar basculante y silencioso, en sus estiramientos, en su mirada aguda y recelosa, en su forma de cazar, en esa tendencia que mantiene, en fin, de valerse solo y de ir a su aire. Lo diré de otra manera: en un podenco adulto que haya estado en estrecho contacto con la naturaleza, siempre pesará más el afán de cazar que la fidelidad a su amo. Una situación distinta es la del podenco que, desde muy pequeño, vive enclaustrado en un piso €mayúsculo error€, o que ha sido ´preparado´ con el exclusivo fin €aberración no menor€ de participar en concursos de belleza canina. En tales casos, está claro que se manipula su desarrollo y se condiciona su comportamiento. Pues bien, aun así, convendrá que su dueño no lo pierda de vista, pues siempre será un perro que, si encuentra la ocasión, puede desaparecer y no regresar. Un hecho que habla a su favor.
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MIGUEL ÁNGEL GONZÁLEZ | IBIZA
Dicho esto, está claro que, sin aquel entrenamiento, nuestro can mantiene en sus genes una indómita querencia que le lleva, siempre que puede, a recuperar su primitivo estado de libertad, su instintiva y contumaz autonomía. Y no es malo que así sea, pues es un rasgo de pureza y una clara señal de que la manipulación humana no consigue dominarlo del todo. Alguien ha dicho, con razón, que nuestro enigmático podenco tiene rasgos ´felinos´. Y es cierto. Lo vemos en su andar basculante y silencioso, en sus estiramientos, en su mirada aguda y recelosa, en su forma de cazar, en esa tendencia que mantiene, en fin, de valerse solo y de ir a su aire. Lo diré de otra manera: en un podenco adulto que haya estado en estrecho contacto con la naturaleza, siempre pesará más el afán de cazar que la fidelidad a su amo. Una situación distinta es la del podenco que, desde muy pequeño, vive enclaustrado en un piso €mayúsculo error€, o que ha sido ´preparado´ con el exclusivo fin €aberración no menor€ de participar en concursos de belleza canina. En tales casos, está claro que se manipula su desarrollo y se condiciona su comportamiento. Pues bien, aun así, convendrá que su dueño no lo pierda de vista, pues siempre será un perro que, si encuentra la ocasión, puede desaparecer y no regresar. Un hecho que habla a su favor.
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