Desde TROFEO siempre hemos defendido que la caza no es un deporte. Argumentos para apoyar esta postura nunca nos han faltado y son muchas las voces que desde estas páginas se han elevado a lo largo de cuatro décadas para explicar lo que todos ya sabemos: la caza es la caza, nada más.
Para muestra, el magistral editorial que José Ignacio Ñudi escribió en este sentido en enero de 2010. Admitir que nuestra amada práctica es una competición resulta éticamente nauseabundo, porque el objeto de cazar implica, en la mayoría de los casos, acabar con la vida de un animal. Y con eso jamás se puede frivolizar. La pieza merece un respeto que no cabe en ningún reglamento deportivo, en ningún marcador de resultados. El mejor cazador de España no es el que más animales doblega en menos tiempo, de igual modo que el mejor escritor no es el que más páginas produce o el mejor escultor el que más bronces pone en el mercado. Cazar es un arte y, como tal, en él lo único que importa es el cómo, no el cuánto.
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