Juan Miguel Sánchez Roig
Presidente de la Asociación Canaria
de Entidades de Caza (ACEC)
Coordinador de la Unión Nacional de
Asociaciones de Caza (UNAC)
Opinión
Durante el pasado mes de octubre se celebró el
“Taller sobre invasiones biológicas en Canarias y normativa de aplicación”.
Promovido por la
Dirección General de Protección de la Naturaleza del Gobierno
de Canarias con el fin de plantear, analizar, debatir, reflexionar, tomar
acuerdos, etc., sobre el tema de las invasiones biológicas que afectan a la
biodiversidad y al medio natural canario. Recordemos las competencias de la
administración para con estos asuntos, al margen de la caza. Los cazadores no
fuimos invitados, con lo cual se ha creado alrededor de estas jornadas ciertos
comentarios en el mundo cinegético canario, en mi humilde opinión, fuera de
contexto bajo una perspectiva positiva. Resaltar la asistencia de dos cabildos
de los siete existentes: La
Palma y Tenerife, pues ellos son los obligados a gestionar
las especies silvestres y defender los intereses de los paganinis como
cazadores y ciudadanos.
En base a las conclusiones de las jornadas, el tercer taller se ocupó de
la problemática del “conejo en los ecosistemas naturales de Canarias”. Al
parecer, el más interesante y que nos afecta por las intenciones desprendidas
respecto a nuestro emblemático conejo. De los asistentes, algunos no piensan
como nosotros los cazadores pero en libertad pueden dar sus opiniones, con
respeto como cualquier mortal. Gracias a Dios, ellos no están solos en el mundo
para imponer sus ideas.
Este tercer taller se centró en tres puntos básicos:
análisis del estado del conocimiento y líneas de investigación de interés; el
conejo en los espacios naturales protegidos y criterios de gestión.
Respecto a la gestión del conejo para preservar la flora
nativa destacan las siguientes conclusiones:
- No destinar fondos públicos al fomento de las poblaciones de conejos.
- Reducir las poblaciones de conejos hasta tamaños y densidades que no hagan daños a diversos sectores como la agricultura y a las plantas amenazadas, mediante los diversos documentos de planificación de especies cinegéticas, amenazadas, de espacios protegidos etc...
- Promover medidas de control efectivas para evitar la traslocación de conejos entre las islas.
- Proponer su erradicación en las islas de Alegranza y Lobos y, en el caso de que haya sido reintroducido, en Montana Clara.
Entremos en el meollo. Los cabildos, a excepción de
pequeñas cantidades en Gran Canaria y Fuerteventura con escasa repercusión de
las actuaciones, no gastan un euro en conejos, y esperanza de
revertir la situación tampoco se espera. De hecho, soy de los que piensa
que lo mejor para recuperar las poblaciones es dejar tranquila la especie.
Cuanto más conejos de granjas y criaderos se sueltan menos hay, como
consecuencia del movimiento de enfermedades (aún vacunando), parásitos, muerte
por estrés, falta de adaptación, predación, accidentes, competencia
intraespecífica; y cuando llega la temporada de caza, sobrepresión en aquellos
lugares de liberación de conejos de granjas y criaderos. El secreto está en la
vigilancia, control de predadores, mejora de hábitat y adaptación de los
periodos de caza a ciclos biológicos y densidades. Es decir, gestionar y como
último remedio repoblar con conejos de granja o criaderos, pero solo si no es
posible la realización de traslocaciones. Otra cosa diferente es que un número
de conejos provoquen problemas en un lugar, entonces una solución puede ser la
traslocación.
Otro asunto es el control de las poblaciones hasta
tamaños que no produzcan daños a los diferentes sectores y plantas nativas.
Aquí está el primer paradigma, si se pueden invertir recursos económicos porque
no es para fomento, pero las administraciones no tienen dinero. Todo esto se
financiaría mediante un proyecto Life europeo que se lo tragarían los estudios
científicos. Las empresas son carísimas para coger conejos en los innumerables espacios
protegidos. Los agricultores, ganaderos o campos de golf entre otros, no van a
capturar los conejos molestos porque es una pérdida de tiempo y dinero, se
exige cualificación siendo la mínima la de los cazadores por nuestra licencia
de caza y además su aprensión no es fácil. La mejor fórmula para mantener a
raya las poblaciones del rabicorto es la caza legal o los cazadores.
Por otra parte, se plantea un control del conejo
realizado mediante los instrumentos de planificación ya sean cinegéticos o de
otra índole. Es decir, podríamos contar de una vez por todas con documentos de
planificación en materia cinegética, esos que no hay manera que redacten y
cumplan los cabildos, o al menos, alguien tiene la esperanza como nosotros.
Además, en las zonas de exclusión de las áreas protegidas, podríamos entrar a cazar
legalmente (controlar) o traslocar esos animales donde no molesten ¿o los van a
sacrificar?
Una de las conclusiones realmente buena, es la de evitar
el movimiento de conejos entre islas. Con ello, algún brote de las enfermedades
evitaríamos y de paso, se realizarían controles en los ferrys sobre aquellos
furtivos que se mueven entre islas con ánimo de esquilmar áreas completas.
En relación al apartado de la investigación aplicada
sobre el conejo, sobresalen los siguientes puntos de las conclusiones finales:
- Censos, abundancias, modelos de distribución, biología reproductiva, seguimiento de tendencias poblacionales. Vectores de transmisión y afección, y prevalencias de la enfermedad hemorrágica vírica y la mixomatosis.
- Valoración económica de la actividad cinegética.
Por fin sabremos los conejos poseídos para practicar una
caza sostenible y solicitar órdenes de veda adecuadas a la realidad. Después de
años pidiendo a gritos censos para saber el estado de conservación del
lagomorfo, lo podríamos conseguir por una vía diferente a la cacería. De la
misma forma sabríamos donde se reproducen más o menos, las tendencias al alta o
baja, si paren como media 2, 3 o más gazapos y cuantas veces al año. Y lo mejor
de todo, el estudio de las dos principales enfermedades que afectan al conejo. ¡Ojo! Sin pasar por
el cabildo de turno.
La valoración económica de la actividad cinegética, ya
debería estar hecha, supondría conocer el peso específico de la caza en el
producto interior bruto canario. Serviría como respaldo para las demandas de
los cazadores ante los politiquillos de turno y como revulsivo para aquellos
ecologistas con trasfondos animalistas que nos atacan. Ahora bien, seamos
sensatos, que alrededor del mundo de la caza se mueva mucho dinero no puede ser
nuestra bandera ni condenar los valores naturales por ello. De la misma manera,
defendamos la caza social y no hagamos bandera de los gastos que nos supone, no
vaya a ser nos expriman más por nada, como ahora.
Como resumen final, la memoria planteada está muy verde
todavía como para tenerla presente. Simplemente, estemos al tanto de la posible
legislación futura a desarrollar. En el caso de llevarse a cabo, somos parte de
la solución y no del problema. Controlar a los conejos en las zonas de
exclusión de los espacios naturales protegidos, donde en teoría ya no se puede
cazar, no nos supone ningún esfuerzo. La colaboración con los agricultores u
otros sectores para reducirles daños es lo comúnmente realizado por nuestro
colectivo. En los islotes que no cazamos, es posible la captura de la totalidad
de los conejos, pero hay que estar pendientes del destino final de tan magnífico plantel
reproductor. En teoría, con una insuperable genética y defensa ante las
enfermedades. En ese sentido, la
ACEC ya ha pedido, se dirijan a las islas mayores cercanas,
para su liberación inmediata y con la participación de los cazadores. En
definitiva, podemos ayudar a conservar la flora nativa y endémica no existente
en otra parte del mundo, y sacar beneficio y reconocimiento de ello.
Si se diera el caso, aprovechemos la situación sin
dejarnos engañar por titulares periodísticos deportivos de aquellos vividores
de la caza y los cazadores. Y me pregunto ¿cómo nos pueden manejar de esa
forma? Por cierto, la UICN
es la Unión Internacional
para la Conservación
de la Naturaleza
y habla también de la caza como un elemento de conservación de los ecosistemas
y especies.
España es una tierra tan vinculada a los conejos que su
propio nombre significa Tierra o Costa de Conejos. Los conejos están tan
ligados a nuestro patrimonio natural cinegético y cultural canario, que sólo
pensar en su erradicación y difundirlo es totalmente demencial.
Para ver la memoria del taller pinchar aquí
Enlace a la memoria del taller: