Víctor Rafael Mascarell Mascarell
Presidente de la Asociación de Entidades de Caza de la Comunidad
Valenciana (ADECACOVA), y miembro de la Junta Directiva de la Unión Nacional de
Asociaciones de Caza (UNAC).
Real de Gandía (Valencia), 18 de noviembre del 2013.
Los antecedentes no engañan. Las
licencias de caza, según los datos históricos facilitados por la
Generalitat Valenciana, han disminuido de forma progresiva en 22
años en un 57,86 %.
El descenso continuo
de licencias de caza se traduce en un descenso en el número de cazadores
acusado y continuado, algo que nos debería hacer reflexionar a todos. ¿En que se ha fracasado, o qué se ha hecho mal o se está
haciendo mal, para que se haya producido esa disminución progresiva de
cazadores? ¿Por qué ha sucedido esto?
Desde hace muchos años la sociedad ha dado la espalda a la caza.
La ha condenado a su desaparición. La nueva conciencia urbanista que mira hacia
lo ecológico y medioambiental, se ha ocupado de destruir poco a poco al mundo
de la caza, y lo que es más grave, se ha asegurado de que no tenga relevo
generacional. Que los niños vean a la caza como algo malo,… y de esa forma la
caza tienda a extinguirse junto con los cazadores.
Pero algo habrá que hacer para evitar que los cazadores se
extingan, si se quiere que especies como el jabalí, el corzo, etc. no
incrementen su población hasta el límite de no poder circular por las
carreteras sin tener un accidente y siniestro provocado por su elevado número,
lo que incrementaría las pólizas de los seguros; si se quiere que un animal
como el conejo, el jabalí o el arruí este controlado y su población no se
incremente en demasía causando elevados daños a las cosechas, y elevados costes
en las pólizas de los seguros agrarios; si se quiere que las poblaciones de
lobos, zorros, etc., al no tener enemigos naturales, no aumenten en exceso y
acaben con la cabaña ganadera y granjera, lo que comportaría un aumento de los
seguros ganaderos; si se quiere que las bandadas de aves como estorninos,
gorriones, etc. no sean tan grandes que produzcan daños en las zonas urbanas y
agrícolas donde se asienten; etc.
Tal vez se debería de facilitar más y mejor el acceso a la
caza; hablar más y mejor de la caza en las escuelas y medios de comunicación
generalistas; quitar burocracia y trámites que durante décadas no han dado los
resultados esperados, y que no han llevado a mejorar en nada lo que pretendían
mejorar; apoyar y ayudar más y mejor al mundo de la caza y al cazador; proteger
las especies silvestres cazables del riesgo químico; cambiar las leyes para no
exigir tanta obligación y responsabilidad al cazador, y darle más unión; invertir
lo que se recauda del mundo de la caza para su mantenimiento; o tal vez se
debería impulsar una conjunción de todos ellos, junto con otros más.
Si no se hace nada para evitar que los aficionados no dejen la caza y, si
sigue disminuyendo al mismo ritmo como hasta ahora, en veinte años más habremos
acabado con los cazadores. La extinción de los cazadores supondrá un gasto
inasumible e insostenible por la sociedad en general, pues recaerá esa labor
del equilibrio poblacional de las especies silvestres (para evitar daños a las
personas), sobre los bolsillos de los propios ciudadanos, algo que ahora
realizan los cazadores con su dinero, pagando por dichas especies y además
pagando por poder hacerlo.
Fuente: UNAC