miércoles, 11 de junio de 2014

La humanización de los perros

Opinión: Los cazadores de la UNAC
Los cazadores estamos asistiendo a un fenómeno que cada día cobra más fuerza en nuestra sociedad. Con solo dar un rápido vistazo a las redes sociales, podremos ver como muchas personas tienen cubiertos sus “muros” de fotos de perros acompañadas de mensajes que buscan crear una conciencia colectiva de humanización perruna.


Una simple foto de un perro sujetando la correa de otros, sirve de base para lanzarnos un mensaje de “solidaridad”, en el que nos contarán que uno de los canes es ciego y el otro actúa como su lazarillo. De forma que en pocas horas, la imagen con su mensaje, cruzará las redes sociales de punta a punta y será compartida en miles de “muros”.

Esos amantes perrunos son fácilmente identificables, puesto que basta también con mirar sus respectivos “muros” para ver que en ellos predominan las fotos de canes sobre las de personas. Y para ver también multitud de mensajes compartidos que hablan de las bondades de la raza perruna y lo decepcionante de la raza humana. Su mensaje preferido es aquel que cuenta que un perro nunca te fallará y que una persona si que lo hará. 

Son socios de protectoras de animales, con las que colaboran de forma casi compulsiva, para evitar que se sacrifique a un solo perro más. Para ello buscan sin descanso a otras personas que se sienten atraídos por la moda “perruna”, con el objetivo de que adopten el perro de turno, dando igual si es un perro de compañía o de caza. Todo vale, porque los perros son iguales ante sus ojos. Para ellos es lo mismo un galgo que un podenco, y tanto da si van a vivir en un piso como si lo van a hacer en una finca del campo. Es un gran logro social conseguir que un galgo acabe viviendo en un piso de 50 metros cuadrados. 

El gremio de los veterinarios hace presa fácil de ellos, y refuerzan su “conciencia perruna” continuamente, para poder hacer el agosto a sus expensas. Son clientes a los que poder sacar los dineros, a cambio de convencerles de que tienen que hacer lo imposible por proporcionar una calidad de vida lo más humana posible a sus perros. Eso si, después de castrarlos convenientemente. Porque un perro sin castrar no es un verdadero perro, es decir, un espíritu libre que es capaz de entender los razonamientos que le hace su dueño. Por eso la castración nunca la ven como un posible maltrato animal, sino como una forma de que sean más tranquilos y menos perros. 

Y como no podría ser de otra forma, todos ellos comparten una repulsa exacerbada contra la caza, y en especial, contra los cazadores. Seres a los que consideran maltratadotes compulsivos de sus perros, para después pasar a abandonarlos en cualquier parte, como remate final de su deleznable comportamiento humano. Es más, si a un cazador se le ocurre acudir a una protectora de animales a buscar un perro de caza, lo más seguro es que llevará una mala contestación, por no decir un rotundo “no, que eres cazador”. 

Los perros de un amante perruno tienen sentimientos y cuentan con personalidad propia. Celebran sus cumpleaños cada doce meses y algunos llegan a comer un trozo de su propia tarta de chocolate, cubierta con las correspondientes velitas. Van a la playa y se baña en la piscina. Son espíritus libres que nunca fueron adiestrados, puesto que dada su condición “humana”, solo es cuestión de explicarles en nuestro propio lenguaje lo que esperamos de ellos, para que pasen después a hacerlo. Con lo que sus dueños evitan horas y horas de tediosos ejercicios repetitivos que no son propios de la condición humana de estos canes. 

Se les viste a la moda, se cortan el pelo, se bañan y se perfuman. Llevan arneses, nunca collares. Muerden barritas especiales para quitarse el sarro de sus dientes y nunca pueden dormir fuera de la casa, porque eso sería inhumano. La cama de sus amos es su mejor lugar de descanso. Son animales que pueden andar sueltos y sin correa por el campo, aunque sea durante los meses de cría del resto de animales, porque su conocimiento ya les impide que se acerquen a los nidos o provocar daño alguno e incluso molestias a la fauna silvestre. Y cuando sus dueños de van de fin de semana, les llevan a un “hotel perruno” para que sean atendidos convenientemente. 

Los canes de los amantes perrunos no quedan cubiertos, sino embarazados, porque antes hacen el amor. Y después no paren, dan a luz. Tampoco mueren, porque fallecen. 

Pero si de verdad queremos conocer a los amantes perrunos, no hay mejor forma que ver cualquiera de los programas de televisión protagonizado por los adiestradores profesionales. Hay españoles, mejicanos y hasta ingleses. Y todos ellos se encuentran con el mismo problema caso tras caso: Los dueños no tratan a sus perros como tales. 

Por eso, cuando un adiestrador televisivo aterriza en un hogar en el que el equilibrio perruno se ha roto, suele solucionar el problema de una manera rápida y sencilla. Solo tiene que empezar explicando al dueño que su perro es solo un perro, no un ser humano. A partir de ese momento el perro se vuelve educado, obediente y deja de ser un problema. 

Si tenéis la mala suerte de tener un vecino que sea amante de los canes, nunca se os ocurra decirle la siguiente frase de César Millán, “El encantador de perros”: Es totalmente ridículo tratar a un perro como a un humano.