FRANCISCO BELTRÁN
Últimamente aparecen por doquier personajes que usan a la cacería y a los cazadores para su provecho personal y seguir aferrados a la poltrona.
Por si teníamos pocos problemas los cazadores con nuestroa acérrimos enemigos, los psedoecologistas radicales, van apareciendo, de un tiempo a esta parte, dentro del colectivo de la caza los demagogos.
Son aquellos personajes que usan la cacería y a los cazadores para su provecho personal. Personas que, aprendices de mucho y maestros de nada, utilizan su posición para sentar cátedra y, a través de engaños, manipular a aquellos que dicen representar para beneficio propio.
La representación de la caza vive momentos bajos. Federaciones en contínua lucha de poder, que representan a parte del colectivo (en la realidad), pero que asumen la totalidad de esa representación sin merecerlo, con la complicidad de las Administraciones competentes; dirigentes de colectivos que miran más en mantener su cuota de poder (generadora de cuantiosos fondos para despilfarrar en comilonas y viajes) que en representar y defender los intereses de aquellos que dicen representar; medios de comunicación que arriman el ascua a su sardina cuando cualquier tema candente surge en el horizonte…
Muchos son los casos de este «modus vivendi» que empuerca el mundo de la caza y que sólo sirve para hundirnos más en la miseria.
¡Qué buenos compañeros de viaje seríamos los cazadores si tuviésemos buenos pilotos para encaminarnos en la buna dirección!
Pero, por desgracia, sólo aparecen por doquier «mesas de defensa» que sólo nos defienden cuando les interesa a sus dirigentes, que sólo sirven para apuntarse puntos que no merecen y, lo que es más grave, sólo nos están arrimando al precipio.
Los cazadores de base estamos a tiempo de prescidir de algunos de los iluminados que dicen representarnos. Necesitamos dar un golpe en la mesa, fuerte golpe, y mandar a tomar viento a todos aquellos que se sirven del colectivo, a los maestros del canapé y del hotel de 4 estrellas
Conocemos ese mundo desde fuera y, por ello, entendemos que se aferren a la poltrona. En ello les va la vida.
La caza no los merece ni los necesita. ¡Que se vayan!
Fuente: ABC