martes, 18 de octubre de 2011

El Veneno que nos ronda

La ambición y la necesidad hacen que se pierda el respeto por la naturaleza

Desde siempre hemos utilizado todas las armas mecánicas o químicas disponibles para recoger los frutos de la naturaleza y mantenernos saludables. Así, sin viajar muy lejos, nuestros antepasados utilizaban el látex de las higuerillas y cardones recién cortados para sumergirlos en las charcas intermareales y asfixiar a los peces que luego recogían. Asimismo, hacían purines de albahaca, ortigas o helechos para combatir los pulgones en nuestras cosechas. Igualmente, sahumaban con hierbas aromáticas y colocaban dientes de ajo u hojas de laurel para eliminar los nidos de cucarachas. También depositaban ramas de eucalipto bajo las camas, esparcían semillas de camomila, lavanda o cilantro en el canasto de su mascota y plantaban estas hierbas en el jardín ya que su olor repele a las pulgas... Pero poco a poco, ante la demanda de más recursos e higiene, el uso de plaguicidas químicos se ha convertido en una práctica abusiva para el control de afecciones tanto en el campo como en la ciudad. De manera que se utilizan contra plagas agrícolas, forestales y las que afectan a los productos almacenados; asimismo, contra plagas domésticas en el interior de las viviendas, en la jardinería, en los campos de golf, en los edificios públicos, en las bodegas, en los puertos y aeropuertos, etc. Nada se libra, nadie está libre.

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