Monumento al Cazador. Ingenio. Gran Canaria |
Juan Miguel Sánchez Roig
Coordinador de la Unión Nacional de Asociaciones Caza
(UNAC)
Presidente de la Asociación Canaria de Entidades de Caza
(ACEC)
Tres son las modalidades ancestrales de caza más practicadas en Canarias:
- Perro y hurón
- Perro, hurón y escopeta
- Perro y escopeta.
Las dos primeras son las utilizadas para el conejo, y la tercera, mayormente para la perdiz. Aunque más bien, el perro, el hurón y
la escopeta son los métodos con los que cuenta el cazador para la práctica del
noble arte cinegético, ya que en sí
mismas, las modalidades de caza no están definidas como tales en la Ley de Caza
de Canarias.
Siempre ha habido un debate interno en nuestro mundo
cazador entre las diferentes modalidades. Conejeros y perdiceros hemos marcado
entre ambos las parcelas con un trasfondo de teórica propiedad de esas dos
piezas con mayor número de adeptos. Con la escasez de conejos padecida en la
última década, acentuándose en las recientes temporadas, esta controversia se
ha enfatizado hasta alcanzar límites dañinos para el futuro de la cacería
dentro de la parte conejil. Se crean tensiones y debates innecesarios cuando se
acerca la publicación de la orden general de vedas, sin pensar más allá de los
verdaderos problemas que nos acucian durante todo el año. Así, la proliferación
de carreteras, el urbanismo incontrolado, la falta de alimento y agua, los
perros y gatos asilvestrados, los furtivos o la falta de adaptación de los
periodos de adiestramiento y caza a los ciclos biológicos de las especies,
entre otros factores, junto a la desinformación, están condenando a los
animales objeto de caza y al colectivo. Mientras tanto, la implicación del
cazador de a pie brilla por su ausencia hasta que nos pica en nuestro propio
egoísmo pasivo una u otra decisión administrativa. Es entonces cuando lanzamos
voces que no van más allá de comentarios destructores poco reflexionados,
afianzadores en contradicción de la tan aclamada unión del colectivo, pero
desunión de base.
En 2008, última temporada que en Gran Canaria se cazó
hasta la presente con todos los métodos nombrados con anterioridad, los datos
fueron los siguientes: el 54, 4 % de los cazadores se dedicaban a la caza de
perdiz, conejo y paloma indistintamente. Sólo a la perdiz el 14,7% y sólo al
conejo el 26,7%. Los especialistas de la paloma fueron el 2,2% en esa temporada
del total de cazadores. Sin embargo, las órdenes de vedas siempre vienen
marcadas por la segregación del colectivo. Ya sea prevaleciendo unas modalidades
sobre otras, haciendo diferencia entre unos cazadores sobre otros a través de
la distinción entre razas de perros o por épocas hábiles, con las consecuencias
negativas que conlleva. De esta desunión y de los daños colaterales que se
desprenden de ella, tienen gran parte de responsabilidad las Administraciones,
que debieran regular la actividad en benefició del bien común y de la
preservación de la fauna silvestre.
Llegado este punto, los cazadores deberíamos reflexionar
si nuestro interés y demanda debería oírse al unísono, arrimando el hombro,
intentando corregir todos esos factores que han hecho disminuir
exponencialmente las especies cinegéticas, fundamento de la cacería y que
deberían solucionarse a lo largo del año. O, por el contrario, seguir centrados
en debates yermos puntuales, separándonos entre nosotros, con posicionamientos
extremistas alejados del compañerismo. Respaldados, en algunas ocasiones, en el
“si no lo cojo yo, lo coge otro”, sin, afortunadamente, faltar el alimento en
pleno S. XXI, o creyendo que somos los mejores deportistas para justificar
grandes perchas. Imperdonables argumentos, muy parecidos al que hizo el
Presidente de la Federación Canaria de Caza en el reciente Consejo Regional de
Caza del pasado día 13 de junio ante más de 20 políticos, técnicos, ecologistas, agricultores y SEPRONA: “ cuando los miran, los cazadores son muy buenos, pero
cuando no los miran ...” Que cada uno saque sus conclusiones.
Cazadores recuperando el campo |
De otra parte, no nos olvidemos, que tirar
del gatillo de forma deshonrosa hacia la pieza, llevar perros de más, rebasar
los cupos de capturas, meter el hurón en la morada sin el apunte del perro, y
otros hechos punibles o poco éticos, además de ser sancionables o reprochables,
dicen poco del que los pone en práctica. Debiendo ser estas malas artes
reprendidas por el resto de compañeros y del colectivo.
Por todo ello, en mi opinión, luchemos por
conseguir grandes densidades de especies corrigiendo esos factores que a todos
nos afectan. Para que con esas abundancias, cada uno disfrute de la cacería en
la modalidad que desee, con la raza de perro que más le guste y en periodos
homogéneos que no afecten al recurso. En equilibrio con la naturaleza,
ayudándola cuando lo necesita, yendo más allá en beneficio de la cacería en el
puro cumplimiento de las normas, y en armonía con otros compañeros que tal vez
no tengan la oportunidad de poder ejercitar nuestra modalidad, aunque
quisieran.