Publicado en la revista Trofeo Caza & Conservación nº 485
No tengo nada en contra de los ecologistas. De hecho, yo mismo pertenezco a varios de estros grupos involucrados en la conservación de especies en peligro, y sustento con mis cuotas sus trabajos. No, no quiero hablar de estas personas que hace un serio trabajo de campo y un importantísimo trabajo de concienciación sobre la riqueza de nuestro entorno y nuestra fauna, y el destrozo que en ellos está causando la civilización moderna. Con ellos, los cazadores como yo, interesados en el medio ambiente y que contemplamos la caza como un recurso sostenible, encontramos muchos puntos en común.
Quiero centrarme en el otro tipo de ecologistas, los que se caracterizan por su radicalidad de planteamientos, y con los que los cazadores tenemos frecuentes enfrentamientos. Destacar una de sus características, la facilidad de convertir esta radicalidad en beneficios económicos en forma de subvenciones, de ahí que en el argot cinegético los conozcamos como “ecolojetas”. El tema no quedaría más que en algo jocoso si no fuese porque este tipo de gente, poco a poco y sin que hagamos nada al respecto, van tomando las riendas de la caza. Su perfil social hace que un trabajo relacionado con el medioambiente, de media jornada, bien remunerado, sin demasiada responsabilidad y del que nadie les pueda echar, sea más que apetecible.
Al menos en mi CCAA (y creo que en otras está pasando lo mismo), bastantes de ellos se han ido infiltrando en el Departamento de Medio Ambiente, y en los últimos años, han dirigido la caza casi ininterrumpidamente. Esto ha supuesto que cualquier motivo fuese bueno para limitar esta actividad con cada vez más trabas de todo tipo. El asunto es todavía más alarmante si tocamos el guarderío. Allí la mayoría son ecologistas anticaza ya que este puesto, estando todo el día en el campo persiguiendo a los malos, tiene un cierto encanto de redención por la causa. Además, es el puesto soñado para los que les gusta la fotografía de naturaleza, afición muy cultivada por estos grupos. A los pocos guardas de verdad que van quedando, sin sesgos ecologistas, esta mayoría verde los tienen relegados y con frecuencia les hacen el vacío laboral y social. Poco a poco los van marginando.
Va llegando el momento de poner fin a este asunto, y que la caza esté dirigida por gente que sepa de caza y -sobre todo- que esté a favor de la caza. Y si son cazadores, mucho mejor.
Fuente:UNAC
Fuente:UNAC