Distintos sectores de la caza lamentan que la administración no reinvierta un porcentaje del dinero recaudado en la repoblación y cuidado de las especies
FERNANDO BETHENCOURTLAS PALMAS DE GRAN CANARIA
"Ahora salimos al campo para nada. Hay tres conejos y no sabemos si el año que viene quedará alguno. Esto es una auténtica depresión". Para Guillermo Saavedra Falcón, cazador de Santa Brígida, así como para una amplia mayoría de aficionados, la situación de la caza ha llegado a un situación límite. Con restricciones en Lanzarote y Tenerife y prohibida la veda en Fuerteventura y La Gomera, en Gran Canaria la temporada, que comenzó el 5 de agosto, se ha quedado huérfana ante la falta de piezas después de que se abriera la misma con una orden más abierta que la del año 2011 al permitir el uso de escopeta durante cinco días, entre el 16 y el 30 de septiembre. "A mí ahora hasta me da vergüenza coger algún conejo por si puedo estar afectando a que ya no haya más el año que viene", asegura a su vez otro asiduo, Paco Pérez, antes de añadir: "Hay que actuar ya; hay que coger conejos, vacunar y repoblar".
Los federados pagan 96 euros por su licencia tanto para el conejo, la perdiz o la paloma y cerca de 150 si en la actividad se utiliza el hurón. Además, deben aportar 43 euros para reglamentar las tarjetas de caza controlada. En contraprestación, éste sector exige que un porcentaje amplio del capital recaudado, calculado por estos en torno a los 450.000 euros para el presente curso, se revierta por parte del Cabildo en el cuidado, el mantenimiento y la adecuación del campo para disponer de una práctica saludable tanto para el cazador como para la sostenibilidad del medio ambiente.
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