Jesús Llorente Gíl
Castilla y León
Preocupa el encubrimiento, bajo las numerosas capturas de perdices de granja, de la problemática por la que pasan las poblaciones silvestres.
La pérdida de los hábitats, la aplicación de fitosanitarios y las modernas técnicas de producción agrícolas con una maquinaria cada día más sobredimensionada y el recurrente efecto de los predadores, ocasionan que incluso los años en los que las condiciones ambientales de la mayor parte de terrenos habían sido propicias, las especies de caza menor en general y la perdiz en particular no acabe de recuperarse.
A esta situación se suma la escasez en la mayor parte de los territorios de una de sus especies principales, el conejo. Este hecho está propiciando que año tras año, sea la perdiz la que tenga que hacer frente tanto a la presión de los predadores naturales como a la demanda cinegética, ocasionando un declive más o menos generalizado de las poblaciones de perdiz silvestre.
La solución fácil a la que han recurrido muchos gestores es la suelta indiscriminada de millones de perdices de granja. De esta forma con poco esfuerzo y una inversión baja se logra recuperar ficticiamente la abundancia de las capturas, sin entrar en la valoración de su mayor o menor pureza genética. Así, año tras año están confundiendo al cazador, que está pasando de valorar los lances de la caza de esta especie, a dar prioridad al número de capturas que consigue en cada jornada, importándole cada vez menos el cómo y más el cuánto.
Pero si esta situación es grave, más preocupante es el encubrir bajo los millones de capturas que anualmente se consiguen de ejemplares de granja, la problemática por la que están pasando las poblaciones silvestres.
Desde el gremio de cazadores y sobre todo del de productores de cazase debería dar ejemplo y reconocer el efecto que las sueltas de estos millones de ejemplares de granja tienen sobre los congéneres silvestres.
Aunque no se tienen datos fiables, si algo bueno se puede encontrar en la actual y persistente crisis económica es que la falta de demanda ha reducido mucho las sueltas y la falta de demanda ha cerrado muchas granjas. Pero a pesar de ello todavía son muchos los lugares que recurren a estas prácticas.
¿Hasta cuándo hemos de esperar para definir y acotar las áreas en las que se pueden realizar estas prácticas, dejando el resto del territorio para los congéneres silvestres?
Conscientes de esta problemática y con el objetivo de disponer de una alternativa para la gestión, desde algunos centros de investigación se vienen realizando experiencias de recuperación de perdiz silvestreen diferentes lugares de la geografía peninsular, recopilando suficientes datos que aseguran que la recuperación de las poblaciones de perdiz es posible, con un esfuerzo económico y humano no más elevado que el modelo de gestión actual. Aun así, son escasos los gestores que comienzan experiencias de recuperación de las poblaciones silvestres de perdiz y menos los cotos que los realizan con planteamientos serios, sin entrar en la dinámica mercantilista.
Desde el colectivo cinegético estamos acostumbrados a tirar balones fuera y hacer ver que todo es culpa de los demás. Sin embargo es el turno de hacer autocrítica y reconocer que en muchos lugares este tipo de actuaciones es la principal responsable del declive de las especies silvestres. ¿Lo vamos a seguir permitiendo?
Fuente: Heraldo de Soria